La Vía Láctea es la galaxia en la que habitamos: el sistema solar hace parte de ella. Desde la Tierra podemos verla, especialmente en noches claras de verano, como una franja débilmente luminosa alrededor de la esfera celeste. Los antiguos griegos le dieron este nombre, relacionado con el mito de Heracles.
Heracles era hijo de Zeus y de una mortal llamada Alcmena. El quiso que su hijo fuera inmortal y con tal fin ordeno a Hermes que llevara al pequeño ante Hera cuando ella estuviera dormida, para que mamara de su pecho. EL dios supremo se valió del emisario porque Hera, su esposa, conocía de su infidelidad con Alcmena y se había declarado enemiga de Heracles, fruto de esa unión. Hermes cumplió la orden y el niño pudo tomar leche de Hera hasta hartarse. Tanta leche brotó que parte de ella se derramó por el cielo, dando origen a la Vía Láctea: vía, porque parece un camino y láctea porque se formó de leche divina.
En otra versión de este mismo mito, Alcmena abandonó a Heracles recién nacido en un campo cercano a Tebas, donde Atenea guiada por Zeus, lo encontró. La diosa llevó al niño ante Hera y le pidió que le diera de lactar, pues al parecer hacía rato no se alimentaba. Hera, sin saber que era el hijo legítimo de su esposo, le ofreció su seno. El ya robusto Heracles apretó con tanta fuerza el pezón que la diosa, dando un grito de dolor, lo apartó bruscamente. La leche se regó por el cielo, formando la Vía Láctea.
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